Sobre el impacto de la tecnología en la mejora de la condición humana
Como en ningún otro periodo de la historia de la humanidad, la tecnología está acelerando el progreso humano y creando oportunidades exponenciales inéditas hasta el presente pero que comienzan a ser ya una realidad cada vez más emergente. La cuarta revolución industrial, la industria 4.0, la economía colaborativa o la transformación digital son tan solo algunos ejemplos de esta disrupción global característica de la primera década del siglo XXI.
Todos estos procesos se basan en veloces disrupciones tecnológicas relacionadas con el manejo digital de la información, pero solo han sido posibles gracias a una visión o propósito de transformación masiva a nivel global que tiene como centro y condición de posibilidad la vida de las personas, su subjetividad y sus necesidades.
No obstante, el propósito de transformación masiva más audaz a nivel intelectual al que estamos asistiendo en la actualidad es la posibilidad de aplicar la tecnología a la mejora de la condición humana. Ya no se trata exclusivamente de la transformación digital de procesos de manufacturación (como es el caso de la industria 4.0) o servicios (la economía colaborativa) sino de la mejora de la condición que hace posible todas estas innovaciones: la propia humanidad, sujeta por tanto ella misma a una transformación en su cuerpo, temporalidad y subjetividad más propios como individuo y como especie (una suerte de post-humanidad).
El continente europeo (a excepción de Inglaterra, Francia y Alemania) permanece todavía ajeno a este debate filosófico sobre el impacto de la tecnología en la mejora de la condición humana, un debate liderado por la escuela de pensamiento con mayor impacto global y real en las próximas décadas (mucho mayor que el que ha conocido el existencialismo, la hermenéutica o la filosofía del lenguaje en el pasado siglo): el transhumanismo.
Una aspiración que no es nueva
El deseo de mejorar y perfeccionar la condición humana no es una suerte de invención contemporánea. Ya en el Renacimiento (con Pico de la Mirándola –Oratio de dignitate hominis, 1486- o más tardíamente con Francis Bacon –Novum Organon, 1620 y New Atlantis, 1627), y de forma consciente como espíritu de los tiempos durante la Ilustración (véase el caso de Julien Offray de La Mattrie –L’Homme-Machine, 1747) aflora esta aspiración de mejora autónoma -ajena por tanto a la santificación divina- de la condición humana.
El caso más paradigmatico de este propósito de transformación y mejora de la condición humana durante la modernidad es sin duda Condorcet. Su Esquisse d’un tableau historique des progrès de l’esprit humain (1795) se abre con esta célebre afirmación: «Nuestras esperanzas sobre los destinos futuros de la especie humana pueden reducirse a tres cuestiones: la destrucción de la desigualdad entre las naciones, los progresos de la igualdad en el seno de un mismo pueblo y, en definitiva, el perfeccionamiento real del hombre».
Sin minimizar la importancia de los progresos económicos, institucionales, sociales o jurídicos -la educación, la protección social, el derecho, la democracia, etc.-, nos interesa aquí destacar la última parte de la cita a fin de asociar la escuela de pensamiento transhumanista con la tradición filosófica basada en el optimismo racionalista y la fe y esperanza razonables en el perfeccionamiento de la especie humana gracias a los medios de la ciencia y la tecnología. El propio Condorcet afirma en el mismo texto arriba citado: «Podemos por tanto afirmar que la perfectibilidad del hombre es indefinida… Sin duda el hombre no resultará inmortal, pero sí se acrecentará su longevidad con el paso de los siglos».
Este anhelo por superar la condición finita de la humanidad (la muerte de la muerte) y la intervención en nombre de la justicia y la igualdad en la azarosa lotería genética para mejorar la resistencia del organismo humano al envejecimiento, aumentar sus capacidades cognitivas o dotar por hibridación a la especie humana de aptitudes superiores por libre elección (from chance to choice) son dos rasgos del humanismo de nuevo cuño que caracterizan al transhumanismo y que gracias al desarrollo exponencial de la tecnología adoptan una nueva forma y realidad inimaginable no solo para Condorcet sino para muchos de nuestros contemporáneos.
Introducción al concepto de transhumanismo (H+)
Podemos definir el transhumanismo como un movimiento filosófico y cultural que promueve modalidades responsables de utilización de la tecnología para mejorar (enhancing) y ampliar (broadening) la humanidad actual a nivel físico, intelectual, emocional y moral gracias al progreso de las ciencias y la tecnología, en particular la nanotecnología, la biotecnología, la inteligencia artificial o las tecnologías de la información.
Como botón de muestra de esta definición sirva esta declaración de Nick Bostrom (uno de los autores más relevantes de la escuela transhumanista junto a Max More, Ray Kurzweil o Laurent Alexandre entre otros) en su artículo Human Reproductive Cloning from the Perspective of the Future de 2002: «Llegará un día en que se nos brindará la posibilidad de aumentar nuestras capacidades intelectuales, físicas, emocionales y espirituales más allá de lo que nos parece posible actualmente. Saldremos entonces de la infancia de la humanidad para entrar en una era posthumana».
De manera más explicita y detallada podemos definir formalmente el transhumanismo como sigue: paradigma de pensamiento sobre el futuro exponencial basado en la premisa de que la especie humana en su forma actual no representa el fin de nuestro desarrollo evolutivo sino una fase comparativamente primitiva del mismo. Dicho paradigma transhumanista consta de dos dimensiones formales:
a) El movimiento intelectual y cultural en forma de comunidad que afirma la posibilidad y deseabilidad de mejoras fundamentales en la condición humana gracias a la aplicación racional de tecnologías NBIC (Nanotecnología, Biotecnología, Información y Cognitivismo) que permitan eliminar el envejecimiento y mejorar las capacidades humanas a nivel tanto intelectual como físico y emocional.
b) El estudio de las ramificaciones y riesgos potenciales de aquellas tecnologías que nos permitan superar las limitaciones humanas fundamentales así como el análisis asociado de las cuestiones éticas implícitas en el desarrollo y aplicación de dichas tecnologías.
Algunos ejemplos
Quizás algún lector piense que todo esto no es más que ciencia ficción. Pueden ver a continuación una serie de vídeos que sirven de contra ejemplo de esta opinión y dan idea de la magnitud del proyecto tan solo en el campo de la medicina exponencial. El proyecto más ambicioso en el campo de la genómica es sin duda Human Longevity, liderado por J. Craig Venter, Robert Hariri y Peter Diamandis.